He comprobado que, por anciana
que sea una mujer, conserva grabados a fuego en su memoria, con increíble
nitidez, los detalles de los momentos que precedieron al nacimiento de sus
hijos. Es como si la vida se hubiera detenido allí un momento y dejado una
huella imborrable. Yo misma, en cada cumpleaños de mis hijos, rememoro esos
momentos y me explayo, con lujo de detalles, contándoles y contestando a sus
muchas preguntas. Y es el cumpleaños ese retorno al origen de la vida. Por eso
mis cumpleaños son agridulces. Tengo mucho para celebrar y seres queridos con
quienes festejar, pero esa pequeña historia me la tengo que inventar, y no puedo
dejar de hacerme todas esas preguntas sin respuesta, no puedo dejar de pensar
en vos. ¿Habré sido tu primera hija? ¿Habré sido tu única hija? ¿Con quién
estabas aquel día de octubre de 1969 cuando te internaste en el sanatorio para
parirme? ¿Qué sentías? ¿En algún momento sentiste dudas? Y después que me
dejaste, ¿qué sentiste? ¿Te acordarás hoy vos también de ese día?
Y así es que hoy, a los 42,
todavía sigo preguntándome quién sos, dónde estás, si te acordarás de mí, y por
qué, por qué, por qué...
A la mañana, me despertarán con
besos y abrazos, y felizcumpleaños, y regalos y llamadas y mensajes, y el
momento presente irá ganando la pulseada y me acostaré cansada y feliz. Pero
este momento, este momento que es la hora en que nací, hace hoy 42 años, este
momento es sólo mío y tuyo y brindo una vez más con el fantasma de tu ausencia,
hasta que volvamos a encontrarnos.