viernes, 3 de junio de 2011

Viaje a la semilla

"Hambre, sed, calor, dolor, frío. Apenas Marcial redujo su percepción a la de estas
realidades esenciales, renunció a la luz que ya le era accesoria. Ignoraba su nombre. Retirado
el bautismo, con su sal desagradable, no quiso ya el olfato, ni el oído, ni siquiera la vista.
Sus manos rozaban formas placenteras. Era un ser totalmente sensible y táctil. El
universo le entraba por todos los poros. Entonces cerró los ojos que sólo divisaban gigantes
nebulosos y penetró en un cuerpo caliente, húmedo, lleno de tinieblas, que moría. El
cuerpo, al sentirlo arrebozado con su propia sustancia, resbaló hacia la vida."
(Fragmento de "Viaje a la semilla", de Alejo Carpentier)

Este cuento magistral de Alejo Carpentier relata los últimos días de vida de Marcial, un anciano que, al agonizar, hace un viaje interior "marcha atrás" que lo devuelve hasta su nacimiento. Me llega mucho porque es, para mí, una metáfora del viaje que nos toca emprender a quienes buscamos nuestros orígenes. En realidad, aunque no los busquemos, siempre estamos volviendo al punto de partida, como en los juegos de mesa...un paso adelante, dos, tres, y..."¿En la familia hay algún antecedente de...?"...y retrocedemos al primer casillero de un plumazo. El eterno retorno al nacimiento, a antes del nacimiento, a las circunstancias que rodearon nuestra concepción y gestación, a ese cuerpo que nos albergó y del que nada sabemos, pero cuyo recuerdo está grabado en algún lado, dentro nuestro. Y este párrafo en particular del cuento es especialmente fuerte, ese momento en el que nos separamos, cuanto todo era apenas hambre, sed, calor, dolor, frío. Ese momento en que ignorábamos nuestro nombre...y seguimos ignorándolo...