martes, 29 de marzo de 2011

La verdad

En estos días he estado leyendo varios blogs de padres adoptivos, y muchos se planteaban si era conveniente o no decirle a su hijo la verdad sobre su historia si esa verdad era muy dolorosa. Concretamente, en casos en que ese hijo había sido producto de una violación. Claro. Qué difícil. Al leer las opiniones, me sentí dividida: por un lado, la hija adoptiva que hay en mí quería poco menos que gritar que sí, que le digan la verdad por dolorosa que sea y ya verá el hijo cómo la asimila. Por otro lado, la madre que hay en mí me hacía comprender muy bien los temores y las dudas que planteaban los padres, sobre todo cuando tienen que enfrentar a profesionales que les dan consejos taxativos, como por ejemplo, que debían decírselo a los 8 años o a los 12 años, como si todos los niños y circunstancias fueran iguales. Yo tengo un hijo de casi 8 y otro de 13, y la verdad es que si tuviera que decirles algo así, creo que no podría. Lo reconozco. Qué difícil situación la de los padres que conocen la historia. ¿Qué hacer? ¿Decirles? ¿Dejarlos buscar esperando que nunca encuentren? ¿Desalentarlos? En mi humildísima opinión, de alguien que no está en la situación de madre adoptiva que conoce esa verdad sobre alguno de sus hijos, yo creo que lo mejor sería esperar a decírselos hasta que estén en condiciones de digerir la verdad, quizás no antes de los 18 años, y esto dependería de la persona. Sinceramente, creo que un niño de 8 ni siquiera puede entender qué es una violación, y uno de 12, que recién va a entrar en la pubertad, tampoco me parece que esté preparado.

Ahora como hija adoptiva que desconoce su identidad biológica, me surge lo siguiente: entre mis fantasías más negativas siempre estuvo la de haber sido producto de una violación, y hasta de una violación incestuosa, por ejemplo, ¿por qué no? Todo puede ser. ¿Qué sentiría al enterarme? Ante todo, unas ganas enormes de abrazar a mi madre biológica. Trataría por todos los medios de decirle que me enorgullezco de ser hija de una mujer capaz de llevar adelante un embarazo en esas circunstancias. Y después, la dejaría en paz, creo que no pretendería tener una amistad con ella, porque el solo verme le despertaría recuerdos dolorosos, insoportables, quizás. O bien, trataría de ayudarla a sanar.Y después me dedicaría a mí, a tratar de hacer las paces con mi historia.

En todo caso, la verdad es la única llave, la única vía posible.

Cierro con una cita de Alice Miller, de su libro El drama del niño dotado: en busca del verdadero yo  (Tusquets, 2005) (Aclaro que lo que sigue no es una cita de la traducción al español, sino una traducción mía del libro en inglés, que tampoco es el original, porque si no me equivoco el original está escrito en alemán en 1977):
“La experiencia nos ha enseñado que tenemos una sola arma resistente en nuestra lucha contra la enfermedad mental: el descubrimiento emocional de la verdad sobre la historia singular de nuestra infancia. ¿Es posible entonces liberarnos, de una vez por todas, de las ilusiones? La historia demuestra que se cuelan por todas partes, que cada vida está plagada de ellas, quizás porque la verdad a menudo nos resulta insoportable. Y sin embargo, la verdad es tan esencial que su pérdida nos impone un pesado lastre, que se traduce en enfermedades graves. Para sentirnos completos, debemos tratar, al cabo de un largo proceso, de descubrir nuestra verdad personal, una verdad que puede causarnos dolor, antes de permitirnos alcanzar una nueva esfera de libertad. Si en cambio optamos por contentarnos con la “sabiduría” intelectual, permaneceremos en la esfera de lo ilusorio y del autoengaño.”

Alice Miller “El drama del niño dotado: en busca del verdadero yo”. 

Recomiendo muchísimo el libro, que no trata sobre la adopción pero creo que se puede aplicar mucho a nuestras historias. Ya seguiré hablando de él en otras entradas. 

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